HISTORIA

DE DÓNDE VENIMOS
DE DÓNDE VENIMOS

El 6 de febrero de 1979, nace Paolo, el hijo menor de nuestra Pastora Juanita Ángeles. Al poco tiempo de nacido es diagnosticado con una hidrocefalia irreversible, dándole una proyección de tan sólo tres años de vida. Es en ese momento cuando el Señor interviene milagrosamente, obrando una sanación completa en la vida de Paolo. La Pastora Juanita, en agradecimiento, dedica su vida y la de todos sus hijos al servicio del Señor. Es así como, después de once años, un 15 de enero de 1990, nace la Iglesia Cristiana Camacho con solo 5 personas, en una pequeña reunión donde se compartía la Palabra de Dios. Desde aquel momento, y a lo largo de todos estos años, el Señor ha venido añadiendo cientos de vidas que han encontrado en Él: amor, paz, consuelo, sanidad, liberación de vicios y pecados. Hoy, gracias a Su fidelidad contamos con una congregación donde podemos ver el fluir del Espíritu Santo en una forma muy sobria, especial y diferente. Eso ha hecho de nosotros una iglesia peculiar. 

Agradecidos, hacemos memoria de cada paso en fe que hemos dado día a día. Son muchos años de nuestras vidas, entre alegrías y tristezas, momentos gratos y dolorosos, logros y fracasos, metas alcanzadas y desaciertos, pero sobre todo bendiciones. Dios nos ha permitido vivir miles de experiencias, y en todas ellas hemos visto Su propósito santo. Algunos de estos recuerdos ya pasaron al olvido, sin embargo, muchos de ellos permanecen latentes en nuestros corazones.

Venimos siendo guiados por el Señor, de la misma manera que lo fue el pueblo de Dios cuando salió de Egipto. Cada vez que la nube se movía, era el momento preciso para dirigirnos al lugar que el Señor nos tenía preparado. Aún cuando ya excedíamos la capacidad del local donde nos congregábamos, soberanamente veíamos la provisión de Dios. Hasta ahora, dejamos que su Santo Espíritu nos siga guiando a los lugares donde Él quiera llevarnos, para continuar con su obra evangelizadora. Sin embargo, lo más importante es saber que Su presencia va con nosotros. Como diría Moisés, “Si tu presencia no ha de ir con nosotros, no nos saques de aquí” Éxodo 33:15.

Estamos maravillados de ver Su gran misericordia y fidelidad, y la manera como Dios ha ido añadiendo a su iglesia vasijas dispuestas a ser llenadas con aceite fresco. El Señor ha ido preparándonos para servirle con un anhelo ardiente en el corazón y amor por Su obra. Con el gran esfuerzo y trabajo que caracterizan al pueblo de Dios, cada uno en forma personal es puesto en el ministerio que al Señor le ha placido.

Jamás hubiéramos imaginado o planeado que hoy estaríamos rodeados por cientos de preciosos hermanos, siervos poderosos que son y serán usados con mucha unción, debido a un solo reconocimiento, la misericordia de Dios y Su fidelidad. Ninguno de nosotros podría dejar de reconocer nuestra debilidad, necesidad, impotencia y pobreza espiritual, como dice Moisés en Éxodo 15:13-14: «Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu santa morada. Lo oirán los pueblos, y temblarán (…)” y es por ello que siempre decimos que “(…) nunca decayeron Sus misericordias”.

Durante estos últimos años también hemos tenido que pasar por ese valle de sombra de muerte al ver partir a dos amadísimos hermanos y siervos fieles del Señor. Uno de ellos fue Manuel Moya, uno de nuestros líderes principales, y a quien Dios dotó de muchos talentos, sirviendo como ministro, líder devocional, maestro, predicador, y misionero, entre otros. Luego sufrimos la partida de nuestro amado Paolo Ciccia, fundador de esta iglesia y el instrumento que el Señor usó para su creación. Además de su sanidad completa, le concedió 37 años de vida plena, llena de vigor y fortaleza para dedicarla íntegramente al servicio del Señor y a la iglesia. Al lado de su madre contribuyó desde la construcción de nuestra sede principal hasta suplir cualquier necesidad en la que pudiera servir. Nunca escatimó en entregar su vida y su tiempo. Participó como ujier, sonidista, abriendo las reuniones y en el ministerio de alabanza en el teclado. Sus últimas palabras fueron: “Señor ayúdame para servirte mejor”.

Nos consuela saber que ellos ya están en la paz y descanso del Señor y que algún día nos reuniremos con ellos en la mansión celestial.  Mientras tanto, seguimos con las manos puestas en el arado, esperando nuevas instrucciones en la certeza que nuestro Padre continuará haciendo cosas nuevas, porque Sus misericordias son nuevas cada mañana y grande es Su fidelidad para con nosotros.